Pero un día, saltando una valla, se hizo un esguince en el tobillo. Ni siquiera se lesionó jugando sino retándose con su amigo a ver quién saltaba más. Le diagnosticaron esguince de tobillo grado II-III. Pasó un tiempo con férula y ahora va todos los días a rehabilitación pero pasan los días y cada vez que apoya siente el tobillo inestable y le duele.
Es recomendable que camine algo, que nade. Sin embargo, no sale de casa. Se disculpa diciendo que le duele mucho. Y cuando le duele, su cabeza se llena de pensamientos tales como “si no hubiese hecho esa tontería ahora estaría bien” “me estoy perdiendo todo, ahora podía estar en la concentración” “no me voy a recuperar, no me van a sacar a jugar, no valdré para nada en el equipo, se acabaron los abrazos, las risas, las confidencias....” No siente más que el dolor. No piensa en otra cosa cuando se pone de pie más que en el dolor y en lo que ha perdido.
En el gimnasio de rehabilitación comprueban que la recuperación avanza pero muy lentamente.
Mañana os cuento como consiguió Sara levantar los ánimos y recuperar la satisfacción de vivir. Os avanzo: la lesión no tardó en desaparecer.
Amparo Pozo