El dolor dispara pensamientos negativos y estos llevan a otros más desesperanzados y estos a otros, todavía más negros. Sara tiene que aprender a detenerlos pues si no, le costará echar de sí esos sentimientos depresivos que la envuelven y no le dejan ver un futuro realista.
Sara en este momento no es capaz de discernir los progresos. Aunque todos los días acude a rehabilitación se desespera porque le parece que siempre está en el mismo estado. Así que le propongo registrar cada día en un cuaderno los nuevos movimientos que consigue hacer con el pie o cualquier otro avance que descubra.
Ocho días después apunta “he bajado las escaleras sin apoyarme en la barandilla”. Cuando viene a verme hablamos de estos pequeños grandes cambios que observa en su marcha. También de una película que había visto la noche anterior que trataba de una chica perseguida por vampiros. Dijo que había descubierto dos, mejor dicho, tres cosas: que la pierna estaba muy descansada después de tenerla toda la hora en alto, que hacía meses que no veía películas en el ordenador con su amiga, y que basta ya de dejarse vampirizar por los esguinces. De pronto ya ni se acuerda de la concentración de la selección de baloncesto, y como su equipo ha perdido dos partidos seguidos, está loca por recuperarse y volver a jugar ¡A ver si ganamos! dice.
Amparo Pozo.
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